Quiero compartir con ustedes mi presentación en el Simposio Democracia en Las Américas, evento organizado por la Fundación Zambrano, realizado en la ciudad de Miami.
PRESENTACION
Muy buenos días y muchas gracias a todos los presentes, en especial a la Fundación Zambrano por brindarme la oportunidad de participar en este cada vez más importante foro sobre la democracia, aunque en este caso particular, me referiré no tanto a la democracia, sino, más bien, a la ausencia de ella.
El tema específico de este panel que tengo el honor de presentar es Venezuela como caso de estudio en tres áreas: derechos humanos, desarrollo económico y estado de derecho. Me hubiese encantado estar presente hoy aquí para conversar sobre los grandes logros del país que me vio nacer y destacar sus avances económicos, tecnológicos, en materia de derechos humanos y la robustez de sus instituciones en el marco de un estado de derecho. Vengo aquí hoy, sin embargo, a decirles todo lo contrario: vine a decirles que en la Venezuela del presente no existe respeto a los derechos humanos, no hay ningún desarrollo económico, y mucho menos estado de derecho.
Las violaciones a los derechos humanos en Venezuela no sólo son cada vez más frecuentes sino además más y mejor documentadas por prestigiosas organizaciones dedicadas al tema como Human Rigths Watch (de quien escucharemos en breve), el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA), Espacio Público y el Comité de Familiares y Víctimas (COFAVIC), entre otras. Estas organizaciones expusieron recientemente en Washington ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el alarmante deterioro de estos en Venezuela, aunado al aumento de la militarización del gobierno y la restricción de libertades y garantías democráticas que hoy día alcanza, incluso, a los tuiteros. Siete tuiteros, de los que tengamos conocimiento, están hoy tras las rejas por ser, según palabras del propio Nicolás Maduro, “Tuiteros del terror”, sólo por expresarse libremente de una forma que el régimen considera inconveniente. Sumemos a esto la muerte de 44 venezolanos, la mayoría de ellos jóvenes estudiantes llenos de sueños, que protestaban exigiendo un mejor futuro, asesinados por fuerzas policiales, militares o paramilitares protegidas por el gobierno. Esto sin mencionar las víctimas de la llamada delincuencia común, que sobrepasan ya la dramática cifra de veinte mil asesinados por año, y que también son responsabilidad de quien está obligado a proveer seguridad a la población. Y qué podemos decir de la detención de cientos de estudiantes, muchos de los cuales han sido torturados, como lo ha documentado fehacientemente el Foro Penal Venezolano. Como si fuera poco, denunciamos también la existencia en Venezuela de decenas de presos políticos, algunos de ellos emblemáticos como el Alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos y el exalcalde y líder político Leopoldo López, quienes han sido humillados en una cárcel militar a la que, en primer lugar, nunca debieron ingresar, y en la que han recibido toda clase de abusos y tratos denigrantes. Vale destacar que estos presos políticos siguen privados ilegalmente de su libertad a pesar del exhorto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a que sean liberados inmediatamente.
El segundo punto, el referido al desarrollo económico, podemos resumirlo con la llegada a Venezuela de barcos petroleros provenientes de Argelia, y según ha reconocido el propio régimen venezolano, otros que llegarán provenientes de Rusia, en lo que ha constituido la primera importación de petróleo en más de un siglo en Venezuela, un país que, irónicamente, cuenta con una de las reservas petroleras comprobadas más importantes del planeta. En esto del desarrollo económico, no podemos dejar de referirnos a las imágenes lamentablemente cotidianas, de personas haciendo fila para adquirir, cuando hay, alimentos básicos, medicinas, desodorantes o pañales, por sólo nombrar algunos. O la implementación de lo que el régimen, seguramente por sugerencia de Cuba, llama “Sistema Biométrico de Abastecimiento”, un vulgar eufemismo de eso que el pueblo cubano conoce como “libreta de racionamiento”. Cuando hablamos de desarrollo económico, es oportuno recordar las cientos de miles de empresas que han tenido que huir de Venezuela ante el clima hostil para hacer negocios en un país que ocupa el vergonzoso puesto 174, de 177, en el índice de libertad económica de la Fundación Heritage; o una inflación de, escuche bien, tres mil doscientos treinta y tres por ciento desde 1999, año en que, por cierto, llegó al poder eso que algunos llaman “revolución bolivariana”.
El tercer punto tiene que ver con un tema que resume lo que es la democracia: el rule of law, o estado de derecho. En el Estado de Derecho, un gobernante está limitado a hacer sólo lo que le es permitido, y existe, además, un sistema de contrapesos entre los distintos poderes que busca, precisamente, limitar el poder. En Venezuela, el régimen que se instaló hace ya 16 años, nos recuerda la frase atribuida a Luis XIV: le etat se moi, (LETÁ SEMOÁ) El Estado soy Yo. Tenemos un poder ejecutivo que se mueve a sus anchas, y cuando raramente ve alguna limitación, simplemente es conferido de leyes habilitantes que le permite seguir gobernando a placer. Un poder legislativo controlado por el partido de gobierno que no sólo no legisla, sino que además no cumple su función contralora del poder. Permiten que la oposición tenga algunos diputados, pero no es más que para mostrar una careta democrática que todos sabemos no existe, porque esos diputados no sólo son humillados, sino golpeados e incluso destituidos, como el caso de la digna diputada María Corina Machado. Y qué decir de un poder judicial al claro servicio del régimen, más dedicado a perseguir la disidencia que a la delincuencia. Todo esto son sólo muestras de la evidente inexistencia de un estado de derecho en Venezuela.
Antes de dar la palabra a al moderador de este panel, quisiera hacer un llamado desde esta importante tribuna. Un llamado a todos, pero especialmente a la comunidad internacional; específicamente a la Organización de Estados Americanos y a aquellos países considerados democráticos, a que miren esta, la realidad verdadera en Venezuela, y no la que de manera manipulada quiere hacer ver el régimen venezolano y sus múltiples aliados internacionales.
Para finalizar, sabemos la importancia de promover el respeto y la tolerancia, pero como dijo Edmund Burke, “Hay un límite en que la tolerancia deja de ser virtud”. A los gobiernos de esos países que dicen llamarse democráticos, y a todo aquel que tenga alguna posición de influencia, desde aquí le recordamos la célebre frase de Desmond Tutu:
“Si ante una situación de injusticia decides ser imparcial, te has puesto del lado del opresor”.
Muchas gracias.